domingo, 27 de noviembre de 2016

The King´s Speech (El discurso del rey)

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Liderazgo - Comunicación - Autoconocimiento

Reino Unido (2010) Dir:Tom Hooper Protag: Colin Firth, Geoffrey Rush, Elena Bonham Carter




Quiero empezar a hablar por el guión, que generalmente es el origen de toda película. Su autor, David Seidler, fue tartamudo en su niñez, afectado por los estragos de la Segunda Guerra. El saber que su Rey, Jorge VI, había pasado por ese mismo estado lo inspiró a investigar sobre la vida del mismo y ver cómo había logrado superarlo. Inicia su trabajo en la década de 1980. Habló con el hijo de Lionel Logue, el foniatra que atiende al rey, y le permite acceder a sus archivos. La única condición que pone es que para poder hacer pública la historia tengan la venia de la la protagonista superviviente, Isabel Bowes-Lyon. Esta, a su vez, pone una sola condición, que se pueda hacer público después de su muerte. La señora tenía muchas cosas que disfrutar en esta vida y esperó a partir hasta 2002, dándose el gusto de apagar cien velitas. Dicen que las cosas se dan cuando se deben dar y creo que esto es cierto enteramente para esta película. De haber sido antes seguramente no hubiéramos podido contar con una exquisita dirección como la de Tom Hooper ni con unas actuaciones tan convincentes como las de Colin Firth (hoy no es imaginable otro Jorge VI que no sea Colin Firth, siquiera interpretado por el mismo Jorge VI), Geoffey Rush o Elena Bonham Carter (en uno de sus mejores papeles hasta el momento, que descuento será superado).

Ser un príncipe y tartamudo puede ser un inconveniente. Pero serlo cuando la difusión de la palabra por la radio pasa a ser una cuestión de estado, es una calamidad. Todos los anteriores soberanos sólo tenían la necesidad de andar a caballo y agitar su mano de tanto en tanto para conectarse con el pueblo. Con la radio, era necesario expresar ideas y con determinada cadencia y timbre de voz. De la misma manera el cine sonoro sería una calamidad para las actrices y actores con voces especiales. Y nuestro buen amigo, el príncipe Alberto, carga con esta cualidad, hablamos de la tartamudez. Y en un continente que aun sin cicatrizar las heridas de la Gran Guerra, se encamina a una contienda inminente, de dudoso pronóstico en esos momentos. Y la necesidad de una voz que represente a Gran Bretaña, uno de los principales actores es crucial. 


Ver el historial de Alberto genera una mezcla de pena por las situaciones por las que debió pasar y reconocimiento por la superación en todo lo que se le presentó. Además de su tartamudez debió pasar por otras pruebas: nace el día que fallece su bisabuelo y su nacimiento se mantiene en secreto, siendo bautizado con el nombre del occiso; si bien era zurdo fue obligado a utilizar la diestra; utilizó férulas metálicas para enderezar sus piernas arqueadas; fallece uno de sus hermanos, muy cercano a él; padece maltrato de mujeres que lo cuidan. Además, su hermano Eduardo, el príncipe heredero, fue una star de esos años. Con gran presencia social e imponiendo tendencias hacía opacar aun más a Alberto. El hecho de ser su hermano el heredero en alguna manera alivia la carga de Alberto. Pero el destino le tiene previsto el desafío de tener que suceder a su hermano, en las vísperas de la Segunda Guerra.


Y en su ayuda aparece Lionel Logue, con su particular tratamiento. Sin ser profesional pero teniendo la experiencia de colegas en la Gran Guerra que padecieron efectos en su habla por los estragos del conficto, y a los que ayudó con conceptos básicos. Sin duda los ejercicios físicos y mecánicos fueron de ayuda en el tratamiento de Alberto. Pero parece más importante la cercanía con la persona y la confianza que va generando en el futuro monarca. Tal vez, en alguna medida, genera el amor filial que parece no haber recibido. Sorprenden las escenas donde se muestra a un padre autoritario y una madre con bastante frialdad (en la escena en que muere su esposo no es capaz de abrazar a uno de sus hijos que está llorando). Lionel genera también prevenciones en la corte por no ser profesional y carecer de títulos que lo habiliten. Creo que el paso por una casa de estudios brinda una experiencia importante, pero decir que todos los recibidos son profesionales es al menos temerario. Considero que personas como Lionel que no poseen estudios formales pero han experimentado y pueden demostrar los resultados de su saber son ampliamente merecedores de los doctorados y licenciaturas circulantes. Podemos ver muchas personas cuyas tarjetas poseen siglas importantes que preceden sus nombres, pero con dificultad podemos considerar que sean profesionales.


Por último es increíble la lista de personalidades que tuvieron algún grado de tartamudez: Winston Churchill (mencionado en la película, quien usaba su limitación como fortaleza al dar un cadencia particular a sus discursos); Bruce Willis; Anthony Hopkins; Lewis Caroll; James Earl Jones; Napoleon Bonaparte; Julia Roberts; Marilyn Monroe; Miguel de Cervantes Saavedra; Charles Darwin y según algunas especulaciones en función de las Escrituras el mismo Moisés. Así que cuando escuchemos un tartamudo hablando más que sentir pena esperemos para leer su Quijote en el futuro. Parece que tienen mucho por decir, simplemente lo hacen a su tiempo.

domingo, 5 de junio de 2016

Other People´s Money (El dinero de los demás)

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Liderazgo - Cambio

EEUU (1991) Dir:Norman Jewison Protag:Danny De Vito, Gregory Peck, Penelope Ann Miller

Es una película difícil de calificar. Por algunos de los protagonistas podemos decir que estamos en una comedia. Algunos tramos son graciosos, pero dista de ser una película cómica. Por la temática podría encajar en un drama, pero el tono no la acompaña.
Una empresa muy madura, con dirección familiar y de larga trayectoria, muy conservadora (sin deudas) y que parece haber logrado un equilibrio con sus empleados, la comunidad y sus accionistas. Su presidente, Andrew Jorgenson o Jorgy como cariñosamente lo llaman (en una de las últimas interpretaciones de Gregory Peck) dirige la empresa como si esta fuera un integrante más de su familia. Los empleados parecen estar a gusto a pesar que dista bastante de ser una punto com, sus épocas de gloria fueron la posguerra y allí se ha congelado, pero eso no parece una preocupación, en definitiva los cables salen igual. Una joyita, para calificarla de manera no técnica. Y todos esos logros hacen que sea un botín preciado para Lawrence Garfield, Larry el liquidador (Danny De Vito). Larry, un personaje de Wall Street, se especializa en adquirir empresas cuyas acciones cotizan a precio bajo y que al liquidarlas se puede obtener una importante rentabilidad. Esto es comprar empresas no para gestionarlas sino para vender sus bienes: maquinaria, instalaciones, terreno. Una vez obtenido el dinero pagar la deuda con los empleados que son despedidos y calcular la ganancia final. Luego, con ese dinero, ir a la búsqueda de otra empresa para hacer lo mismo. Capitalismo puro y duro. Y la situación lleva al enfretamiento personal de Jorgy y Larry defendiendo cada uno banderas muy diferentes y de cuyo triunfo dependerá si la empresa sigue viva o se le emite el certificado de defunción.

Jorgy, como ya se dijo, es el patriarca de New England Wire and Cable. Es el presidente, pero no parece ser de esas cabezas que buscan estar en una confortable oficina. Se pone un guardapolvo y recorre la planta. Conoce a sus empleados por el nombre y estos lo saludan con cariño y respeto. Su casa está en una parte elevada del terreno desde donde se contempla toda la planta, como para tenerla bajo control en todo momento. O no separarla de los bienes familiares. Su esposa es parte de su equipo y no hay separación entre amigos, familiares, empleados y accionistas. Todos tienen un factor común que es la empresa. Parece un padre autoritario pero justo, austero y conservador. Y al que la pelea le llega cuando ya está arribando al final del camino, cuando piensa dejar su puesto a su segundo (aunque estos personajes no son de renuncia fácil, dejar la empresa sería lo más parecido a un divorcio, pero sobre alguien al que sigue amando). 

Larry es la antítesis de Jorgy. El ser más cercano que tiene es Carmen, una computadora que lo saluda por las mañanas y le informa los casos donde puede realizar un buen negocio. Los empleados que posee en su empresa son un mal necesario, les molesta saludarlos en la mañana y sólo les importa que le den información para concretar nuevos negocios rentables. Todos parecen temerle y no se dirige a ellos por sus nombres, ninguno ostenta el rango de Carmen, que le da lo que el necesita y no le pide nada a cambio, ni trata de sociabilizar. Es un personaje solitario. Se deslumbra con la abogada de Jorgy (Kate, Penelope Ann Miller) a la que intenta seducir a toda costa. Pero casi como una adquisición más. Es otra empresa a adquirir, no sugerida por Carmen, pero que sumaría a sus éxitos deportivos en los negocios. Como por los números de la empresa es seducido por la imagen, y necesita poseerla. Capitalismo aplicado a las personas. Si lo vemos sin su lujo, trajes ostentosos, oficina con vista a Manhattan y limusina (y aun con todo ello y las donnas que son su debilidad) es un ser solitario y triste. Cuando llega a su mansión está solo. Ama el dinero, pero este no le devuelve lo que en el fondo necesita. Su simple acumulación son papeles, números y logros de corto plazo que demandan nuevos desafíos para ocupar el tiempo en la mera acción de acumular. 

Y la forma de solucionar las diferencias es convocar a la asamblea de accionistas y ver que plan apoyan: el de Jorgy de continuar con la empresa de manera conservadora o el de Larry de vender sus bienes y repartir lo obtenido entre todos, en definitiva en hacerla efectivo. El discurso de Jorgy es contundente. Es presentado como una leyenda y comienza saludando a los conocidos, que son prácticamente todos. Casi como un sermón recuerda la función social de la empresa, qué significado más allá de los resultados tiene: para la comunidad, para sus empleados, para sus accionistas que son viejos conocidos. Esa función de segundo hogar de la empresa donde la gente se conoce, puede encontrar a la persona que lo acompañará el resto de su vida y con la que hará una familia y esos lazos de amistad y de tiempos compartidos fuera de ella, momentos inolvidables generados gracias a la existencia de ese lugar de reunión, que no va a figurar en balances ni planes de negocios.Y hace un ejercicio interesante de pedir que miren al que está a su lado y si lo asesinarían para conseguir un mejor resultado. Porque de eso trata la otra propuesta de matar la empresa porque su herencia es más valiosa que lo que puede generar.

Y entre abucheos Larry da su discurso. Con la evidente animosidad del grueso del auditorio. Y es claro, no quiere agradar. Solo muestra los hechos. La empresa está muerta y el solo se ocupa de repartir los bienes que quedaron.Y rebate con lógica los argumentos de Jorgy, cuando este menciona que cuando cambien las condiciones la empresa será muy rentable. La empresa no será rentable porque es obsoleta, dejó de ser productiva y es un Disney montado para que Jorgy juegue a ser directivo. Y apela a algo muy básico del capitalismo, el dinero. Promete dinero concreto hoy, sin riesgos ni dependiendo de planes, esfuerzos o condiciones externos. Es engrosar la cuenta bancaria y sacarse un problema. No habla de futuro. No le importa el futuro. Que cada uno haga lo que pueda con su futuro. Una vez que se paga ese problema es de cada uno. El nosotros desaparece. Queda cada uno con su yo. Bienvenidos a Wall Street. 

Si reducimos los protagonistas entre buenos y malos, nos parece claro que los buenos debieran ganar, en definitiva es Hollywood. Pero la historia, por suerte más cercana a la realidad, no es así y la postura de Larry triunfa. Los amigos con los que contaba Jorgy prefieren el dinero hoy que mantener esa importante red social que es la empresa. Prefieren perderse las cenas futuras de Acción de Gracias y tener un nuevo modelo alemán en la cochera. Y no puedo dejar de relacionar el Jorgy con Atticus Finch (ambos personajes de Gregory Peck, este último en To kill a Mockingbird). Se que la calidad de las películas y de las historias tienen una distancia importante. Pero este Jorgy es un Atticus anciano, buscando en este nuevo jurado salvar de la muerte no a una persona sino a una empresa (y a todos los que trabajan en ella). Y en ambos casos, a pesar de su elocuencia y de estar en lo que parecería el lado correcto desde el punto de vista moral, fracasa. Son alegatos que todos aplauden pero que no acompañan.Dice lo que la gente piensa que debiera ser pero, dadas las condiciones y conveniencias, deciden otro camino. No parece un líder exitoso, ni su empresa tiene los mejores resultados económicos, ni logra salvarla de la liquidación.
Por otra parte Larry no convence en su fondo. Es un ser ambicioso que sólo busca su bienestar. No tiene planteos éticos sobre sus decisiones. Ya que no puede reducir la ética a dólares la misma no tiene importancia, no puedo poner algo que no es un número en una ecuación matemática. Pero es exitoso, logra los resultados que se propone e incrementa la ganancia de su empresa, de manera sideral. La calificación de la empresa, por el criterio empresarial que sea será mejor que la de Jorgy. Pero puestos a elegir, a quién quisiéramos tener de jefes: Jorgy o Larry?


viernes, 26 de febrero de 2016

The bridge on the river Kwai (El puente sobre el río Kwai)

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Liderazgo - Equipos humanos - Negociación 

Inglaterra (1957) Dir: David Lean Protag: Alec Guinness, William Holden

Hay películas que se mimetizan con un tema musical. Este es el caso. Es imposible nombrar El puente sobre el río Kwain y no recordar la marcha del coronel Bogey, silbada por un batallón de espectros que va ingresando al campo de prisioneros japonés. Ese ingreso, las caras e indumentarias de los soldados y el rostro del coronel Nicholson (magistral composición de Alec Guinness que le valió un Oscar) explican toda la situación: un batallón derrotado y prisionero que no obstante las circunstancias no alteró su funcionamiento interno. Perdieron la batalla, pero mantuvieron intacto todo el resto de organización y la función de sus líderes. Pero en la película vemos distintos liderazgos, un tanto estereotipados, pero dignos de observar.

El coronel Nicholson es un fiel representante de lo mejor de la oficialidad británica. A pesar de la derrota logra mantener la unidad de su grupo, algo complejo en una situación de crisis, lo que muestra su estatura. Y si bien acepta su posición de prisionero, no tiene dudas en exigir con la mayor terquedad posible los derechos convenidos en la guerra. Y hacer pasar por las mismas penurias a sus oficiales para mantener lo que entiende como innegociable. A pesar de ello no tiene críticas de su gente, excepto del médico que por no ser militar de carrera no entiende su lógica. Tanto oficiales como soldados lo respaldan y siguen sus órdenes sin titubeos. No ven la posibilidad de error en esta figura. Y a pesar de estar en la derrota, sin armas y en malas condiciones, no duda en plantarse de igual a igual (en realidad desde un convencimiento de superioridad) con el coronel japonés. Entiende las necesidades de éste (construir el puente en término) y juega con esta necesidad soportando los castigos. Sabe que el tiempo jugará a su favor y a medida que el mismo pase su carta será más valiosa. Y todo el esfuerzo tiene su fruto, logra imponer sus condiciones. La ejemplaridad, templanza y confianza ciega en sus principios se hacen carne en este hombre. Y aquí el líder incuestionable tiene un giro y los mismos valores que habían servido para admirarlo hacen que lo veamos desde un ángulo diferente. 

Porque cuando logra torcer al coronel japonés va a disputar el liderazgo del campo de prisioneros. Y su competidor es el coronel japonés, que es derrotado por su prisionero. Nicholson se centra en el pequeño universo del campo y quiere obtener un logro trascendente que no pudo conseguir en el campo de batalla. Así ve que la construcción del puente es una manera de mostrar su superioridad sobre sus captores, mantener su equipo unido detrás de un objetivo positivo y lograr la trascendencia buscada que quedaría reflejada en una placa tallada en madera donde se deja constancia para la posteridad de la obra realizada por los soldados ingleses. Y para lograrlo no importa violar los principios que por defenderlos al llegar al campo le hicieron pasar por torturas significativas. Ahora que trabajen los oficiales y los enfermos es válido porque es por su objetivo, no el de los japoneses. Y de manera increíble convence a su gente y a si mismo que lo mejor es ayudar al enemigo, logrando para el avances que no hubieran podido lograr.
Y llega a mentir a su gente dando razones humanitarias en la obtención de la meta. Había olvidado su rol, ser parte de algo más grande y había construido un pequeño universo aislado en la selva donde era el líder indiscutido, una nación autosuficiente y buscando el respeto de la posteridad. Cuantas veces en grandes organizaciones alguna de sus partes toma vida propia y su líder comienza a fijar objetivos para darles vida propia, olvidándose que son una parte de algo más grande. Y tal vez puedan ser mejores, pero pierden su razón de ser si no colaboran con el todo. Es como si en una persona un pie, el izquierdo, tomara la decisión de ser un pie de bailarín, aburrido por la monotonía del resto del organismo. Pero el resto del cuerpo sigue siendo el de un anciano. Si observáramos a la distancia veríamos un anciano con un pie fuera de control, haciendo cabriolas y movimientos delirantes. Un espasmo nervioso, dirían los profesionales médicos. Una posesión maligna, sentenciarían los brujos. Pero sería imposible que alguien llegara a pensar que fue una decisión del pie izquierdo. Pues el pie tiene sentido cuando cumple la armonía del cuerpo, no cuando quiere destacarse de él. Cuando suma, no cuando se excluye. Pues los pies excluidos suelen terminar en formol.

También es interesante observar al coronel japonés Saito. Parte de una posición de fuerza y tiene el poder en el campo. Al menos es lo que el piensa. Y por hacer un uso desmedido de ese poder, de manera brutal, crea la situación para terminar él siendo el prisionero del coronel inglés. Termina simplemente validando las órdenes de su prisionero, ante la necesidad de cumplir su objetivo de cumplir la construcción el puente. Para evitar el suicidio ante el incumplimiento. Que de todas manera decide perpetrar pues se da cuenta que no fue él quien cumplió con el mandato. Se dice que la fuerza es un poder de mala calidad, pues no se puede usar de manera permanente. Y desgasta, creando enemigos que sólo obedecen por miedo. Que diferencia entre los liderazgos de ambos coroneles. La tropa del inglés canta "because you are a good fellow" cuando su coronel está en castigo para mostrarle su apoyo. La tropa del japonés sólo se inclina y responde con temor ante sus adustas órdenes. El inglés no necesita alzar la voz para que su batallón responda. Si bien lo lleva en el sentido equivocado, los líderes en definitiva son humanos, mantiene a su gente alineada y motivada con su tarea.

De cierre te dejo el video de la marcha del coronel Bogey, para disfrutar y recordar.






domingo, 31 de enero de 2016

To kill a Mockingbird (Matar a un ruiseñor)

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Liderazgo - Autoconocimiento - Comunicación

Estados Unidos (1962) Dir: Robert Mulligan Protag: Gregory Peck, Robert Duvall, Mary Badham, Phillip Alford





















Casi siempre las adaptaciones de novelas al cine tienen sus detractores. Uno se imagina los personajes con características diferentes a los que aparecen en la gran pantalla (con el condicionamiento adicional que generan los papeles anteriores de los actores que hacen las interpretaciones) y la limitación de las más o menos dos horas estándar de las películas que hacen necesario un guión más restringido que suelen talar diálogos o simplificar secuencias. También las limitaciones de presupuesto suelen impedir ver en imagen fantásticas creaciones del escritor que no cargan con costo adicional al ser tipeadas en una máquina de escribir (o en una computadora actualmente). No es este el caso. No podemos pensar en Atticus Finch sin venir a nuestros ojos la imagen de Gregory Peck. La premiada novela de Harper Lee fue rodada en estado de gracia, mostrando matices delicados que pueden descubrirse al verlo en más de una ocasión. También cuenta con la delicadeza de ser relatada desde la óptica de una niña, lo que facilita tratar temas complejos de abordar. Hay varias historias: un negro acusado de violación de una mujer blanca, un hombre con problemas psiquiátricos que es presentando como el monstruo del pueblo, la vida en la gran depresión, la resolución de un dilema ético, la visión de la vida a través de los ojos de unos niños.


Si debiéramos trazar el perfil de un líder ético, seguramente los trazos nos llevarían a una imagen similar a la de Atticus Finch. Un abogado de provincias, viudo y con dos hijos, viviendo en una gran austeridad, compartiendo los sufrimientos que la gran depresión genera en su pueblo y aceptando su rol en la sociedad y en su familia. Es un líder silencioso. No hace las cosas para obtener el aplauso o la aprobación. Lo hace porque él entiende que es lo que corresponde. Defiende a un negro que es acusado, pero no se convierte en un defensor de los derechos civiles. Él no ve un negro, ve una persona injustamente acusada. Es fiel a sus valores a pesar de las consecuencias. No le importa recibir el odio y el rechazo del pueblo. Simplemente sabe que debe hacerlo pues conoce cuáles son sus valores y su función en la sociedad. La frase de la hermana de Atticus a Scout (su hija) describe bien al personaje "Hay hombres en este mundo que han nacido para cargar con las tareas desagradables de los demás, tu padre es uno de ellos".


Tampoco es un líder exitoso (al menos en lo que algunos pueden entender por éxito). No logra la inocencia de su defendido. Tiene ante sí un jurado de personas blancas criadas con prejuicios construidos en largos años. El acusar a un negro de violación es una ecuación de simple resolución que no puede cambiar la argumentación lógica de un abogado ni un alegato planteado de manera impecable. La comunicación es algo importante, pero es difícil que perfore la ignorancia y el prejuicio, que a veces se convierten en sinónimos. La imagen después del juicio donde ya la audiencia de blancos sale de la sala y Atticus queda acomodando sus papeles es hermosa. Los negros, que están en la planta alta viendo el juicio desde el balcón, se paran en señal de respeto cuando Atticus pasa. Es un gesto de inmensa belleza, pues es brindado luego que el abogado no lograra salvar al acusado. Es un reconocimiento mudo al esfuerzo y sacrificio por el que pasa Atticus. Y él cruza el salón tal vez sin darse cuenta, pensando en qué más debe hacer para su defendido, en qué cosa faltó para lograr la inocencia. O tal vez respondiendo de manera silente a ese alto honor que le es brindado.


Y también hay en Atticus un liderazgo respecto a sus hijos. Un viudo con dos hijos pequeños a cargo que trata de brindarles valores para que puedan forjar sus vidas. En buena medida usa el ejemplo como forma más directa de enseñanza. Sus hijos ven el sacrificio sin queja de su padre. Observan también como mantiene sus valores e ideales a pesar del entorno. Y siempre tratando de cuidarlos y transmitir calma. Sin mostrar desesperanza a pesar de lo duro de la vida. Aceptando. Si bien son muchos los diálogos donde se transmiten esos valores que Atticus persigue entiendo que hay una actitud corporal ante la vida que es lo que esos niños ven. Si bien carecen de su madre tienen en su padre un amor sin condicionantes, dispuesto a cualquier cosa sin cambiar el ritmo de sus pasos, avanzando siempre hacia el mismo lugar.


Creo que la película habla de algo más que del racismo. Entenderla sólo en este aspecto es limitarla. En gran medida habla de los prejuicios. Y con más precisión el prejuicio sobre el que es diferente. Hay una escena en que descubren un perro rabioso en la calle y llaman a Atticus. El viene y con un arma dispara al animal. Puede ser que el perro sea una imagen del prejuicio y el abogado solo, sin ninguna colaboración y desde lo lejos tratando de eliminarlo con un sólo disparo, corriendo el riesgo de no ser preciso y convertirse en víctima del mismo, un símbolo de la resistencia al prejuicio.


El final de la película depara una vuelta adicional y un dilema para pensar. El padre de la mujer, que falsamente se presenta como acosada, trata de vengarse de Atticus pues le molesta su actitud, su existencia muestra la miseria de su persona hundida en el alcohol y la mentira. Y ataca a sus hijos. Y es Boo, el supuesto monstruo del pueblo, el que sale a defenderlos. Si bien la historia no lo aclara parece ser que es quien da muerte al atacante. Y aquí, cuando los valores de Atticus hacen que quiera hacer la denuncia para comunicar la muerte del hombre (pues es lo que corresponde) es el alguacil del pueblo quien decide presentarlo como un suicidio. Porque la historia se volvería a repetir y sería Boo quien ocuparía el lugar del negro con una segura sanción de culpabilidad del jurado, los dos ruiseñores de la historia. Y allí surge ese pequeño espejo que son los hijos y le recuerdan a Atticus sus palabras: "Prefiero que disparen a las latas vacías en el patio trasero, pero se que ustedes van tras los pájaros. Dispara a todos los pájaros azules que quieras, si es que les puedes acertar, pero recuerda que es un pecado matar un ruiseñor. Los ruiseñores no hacen otra cosa que crear música para que la disfrutemos. No se comen los jardines de la gente, no hacen nidos en los graneros, no hacen otra cosa que cantar su corazón para nosotros. Es por eso que es un pecado matar a un ruiseñor". Y Atticus acepta, a pesar de sus convicciones, entendiendo que hay hechos que escapan a la ley, y a las posibilidades de juzgar de los hombres. Y con la humildad de reconocer que hay cosas que le exceden muestra otra vez su grandeza.