domingo, 31 de enero de 2016

To kill a Mockingbird (Matar a un ruiseñor)

To kill a Mockingbird (ver trailer)

Liderazgo - Autoconocimiento - Comunicación

Estados Unidos (1962) Dir: Robert Mulligan Protag: Gregory Peck, Robert Duvall, Mary Badham, Phillip Alford





















Casi siempre las adaptaciones de novelas al cine tienen sus detractores. Uno se imagina los personajes con características diferentes a los que aparecen en la gran pantalla (con el condicionamiento adicional que generan los papeles anteriores de los actores que hacen las interpretaciones) y la limitación de las más o menos dos horas estándar de las películas que hacen necesario un guión más restringido que suelen talar diálogos o simplificar secuencias. También las limitaciones de presupuesto suelen impedir ver en imagen fantásticas creaciones del escritor que no cargan con costo adicional al ser tipeadas en una máquina de escribir (o en una computadora actualmente). No es este el caso. No podemos pensar en Atticus Finch sin venir a nuestros ojos la imagen de Gregory Peck. La premiada novela de Harper Lee fue rodada en estado de gracia, mostrando matices delicados que pueden descubrirse al verlo en más de una ocasión. También cuenta con la delicadeza de ser relatada desde la óptica de una niña, lo que facilita tratar temas complejos de abordar. Hay varias historias: un negro acusado de violación de una mujer blanca, un hombre con problemas psiquiátricos que es presentando como el monstruo del pueblo, la vida en la gran depresión, la resolución de un dilema ético, la visión de la vida a través de los ojos de unos niños.


Si debiéramos trazar el perfil de un líder ético, seguramente los trazos nos llevarían a una imagen similar a la de Atticus Finch. Un abogado de provincias, viudo y con dos hijos, viviendo en una gran austeridad, compartiendo los sufrimientos que la gran depresión genera en su pueblo y aceptando su rol en la sociedad y en su familia. Es un líder silencioso. No hace las cosas para obtener el aplauso o la aprobación. Lo hace porque él entiende que es lo que corresponde. Defiende a un negro que es acusado, pero no se convierte en un defensor de los derechos civiles. Él no ve un negro, ve una persona injustamente acusada. Es fiel a sus valores a pesar de las consecuencias. No le importa recibir el odio y el rechazo del pueblo. Simplemente sabe que debe hacerlo pues conoce cuáles son sus valores y su función en la sociedad. La frase de la hermana de Atticus a Scout (su hija) describe bien al personaje "Hay hombres en este mundo que han nacido para cargar con las tareas desagradables de los demás, tu padre es uno de ellos".


Tampoco es un líder exitoso (al menos en lo que algunos pueden entender por éxito). No logra la inocencia de su defendido. Tiene ante sí un jurado de personas blancas criadas con prejuicios construidos en largos años. El acusar a un negro de violación es una ecuación de simple resolución que no puede cambiar la argumentación lógica de un abogado ni un alegato planteado de manera impecable. La comunicación es algo importante, pero es difícil que perfore la ignorancia y el prejuicio, que a veces se convierten en sinónimos. La imagen después del juicio donde ya la audiencia de blancos sale de la sala y Atticus queda acomodando sus papeles es hermosa. Los negros, que están en la planta alta viendo el juicio desde el balcón, se paran en señal de respeto cuando Atticus pasa. Es un gesto de inmensa belleza, pues es brindado luego que el abogado no lograra salvar al acusado. Es un reconocimiento mudo al esfuerzo y sacrificio por el que pasa Atticus. Y él cruza el salón tal vez sin darse cuenta, pensando en qué más debe hacer para su defendido, en qué cosa faltó para lograr la inocencia. O tal vez respondiendo de manera silente a ese alto honor que le es brindado.


Y también hay en Atticus un liderazgo respecto a sus hijos. Un viudo con dos hijos pequeños a cargo que trata de brindarles valores para que puedan forjar sus vidas. En buena medida usa el ejemplo como forma más directa de enseñanza. Sus hijos ven el sacrificio sin queja de su padre. Observan también como mantiene sus valores e ideales a pesar del entorno. Y siempre tratando de cuidarlos y transmitir calma. Sin mostrar desesperanza a pesar de lo duro de la vida. Aceptando. Si bien son muchos los diálogos donde se transmiten esos valores que Atticus persigue entiendo que hay una actitud corporal ante la vida que es lo que esos niños ven. Si bien carecen de su madre tienen en su padre un amor sin condicionantes, dispuesto a cualquier cosa sin cambiar el ritmo de sus pasos, avanzando siempre hacia el mismo lugar.


Creo que la película habla de algo más que del racismo. Entenderla sólo en este aspecto es limitarla. En gran medida habla de los prejuicios. Y con más precisión el prejuicio sobre el que es diferente. Hay una escena en que descubren un perro rabioso en la calle y llaman a Atticus. El viene y con un arma dispara al animal. Puede ser que el perro sea una imagen del prejuicio y el abogado solo, sin ninguna colaboración y desde lo lejos tratando de eliminarlo con un sólo disparo, corriendo el riesgo de no ser preciso y convertirse en víctima del mismo, un símbolo de la resistencia al prejuicio.


El final de la película depara una vuelta adicional y un dilema para pensar. El padre de la mujer, que falsamente se presenta como acosada, trata de vengarse de Atticus pues le molesta su actitud, su existencia muestra la miseria de su persona hundida en el alcohol y la mentira. Y ataca a sus hijos. Y es Boo, el supuesto monstruo del pueblo, el que sale a defenderlos. Si bien la historia no lo aclara parece ser que es quien da muerte al atacante. Y aquí, cuando los valores de Atticus hacen que quiera hacer la denuncia para comunicar la muerte del hombre (pues es lo que corresponde) es el alguacil del pueblo quien decide presentarlo como un suicidio. Porque la historia se volvería a repetir y sería Boo quien ocuparía el lugar del negro con una segura sanción de culpabilidad del jurado, los dos ruiseñores de la historia. Y allí surge ese pequeño espejo que son los hijos y le recuerdan a Atticus sus palabras: "Prefiero que disparen a las latas vacías en el patio trasero, pero se que ustedes van tras los pájaros. Dispara a todos los pájaros azules que quieras, si es que les puedes acertar, pero recuerda que es un pecado matar un ruiseñor. Los ruiseñores no hacen otra cosa que crear música para que la disfrutemos. No se comen los jardines de la gente, no hacen nidos en los graneros, no hacen otra cosa que cantar su corazón para nosotros. Es por eso que es un pecado matar a un ruiseñor". Y Atticus acepta, a pesar de sus convicciones, entendiendo que hay hechos que escapan a la ley, y a las posibilidades de juzgar de los hombres. Y con la humildad de reconocer que hay cosas que le exceden muestra otra vez su grandeza.