domingo, 27 de noviembre de 2016

The King´s Speech (El discurso del rey)

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Liderazgo - Comunicación - Autoconocimiento

Reino Unido (2010) Dir:Tom Hooper Protag: Colin Firth, Geoffrey Rush, Elena Bonham Carter




Quiero empezar a hablar por el guión, que generalmente es el origen de toda película. Su autor, David Seidler, fue tartamudo en su niñez, afectado por los estragos de la Segunda Guerra. El saber que su Rey, Jorge VI, había pasado por ese mismo estado lo inspiró a investigar sobre la vida del mismo y ver cómo había logrado superarlo. Inicia su trabajo en la década de 1980. Habló con el hijo de Lionel Logue, el foniatra que atiende al rey, y le permite acceder a sus archivos. La única condición que pone es que para poder hacer pública la historia tengan la venia de la la protagonista superviviente, Isabel Bowes-Lyon. Esta, a su vez, pone una sola condición, que se pueda hacer público después de su muerte. La señora tenía muchas cosas que disfrutar en esta vida y esperó a partir hasta 2002, dándose el gusto de apagar cien velitas. Dicen que las cosas se dan cuando se deben dar y creo que esto es cierto enteramente para esta película. De haber sido antes seguramente no hubiéramos podido contar con una exquisita dirección como la de Tom Hooper ni con unas actuaciones tan convincentes como las de Colin Firth (hoy no es imaginable otro Jorge VI que no sea Colin Firth, siquiera interpretado por el mismo Jorge VI), Geoffey Rush o Elena Bonham Carter (en uno de sus mejores papeles hasta el momento, que descuento será superado).

Ser un príncipe y tartamudo puede ser un inconveniente. Pero serlo cuando la difusión de la palabra por la radio pasa a ser una cuestión de estado, es una calamidad. Todos los anteriores soberanos sólo tenían la necesidad de andar a caballo y agitar su mano de tanto en tanto para conectarse con el pueblo. Con la radio, era necesario expresar ideas y con determinada cadencia y timbre de voz. De la misma manera el cine sonoro sería una calamidad para las actrices y actores con voces especiales. Y nuestro buen amigo, el príncipe Alberto, carga con esta cualidad, hablamos de la tartamudez. Y en un continente que aun sin cicatrizar las heridas de la Gran Guerra, se encamina a una contienda inminente, de dudoso pronóstico en esos momentos. Y la necesidad de una voz que represente a Gran Bretaña, uno de los principales actores es crucial. 


Ver el historial de Alberto genera una mezcla de pena por las situaciones por las que debió pasar y reconocimiento por la superación en todo lo que se le presentó. Además de su tartamudez debió pasar por otras pruebas: nace el día que fallece su bisabuelo y su nacimiento se mantiene en secreto, siendo bautizado con el nombre del occiso; si bien era zurdo fue obligado a utilizar la diestra; utilizó férulas metálicas para enderezar sus piernas arqueadas; fallece uno de sus hermanos, muy cercano a él; padece maltrato de mujeres que lo cuidan. Además, su hermano Eduardo, el príncipe heredero, fue una star de esos años. Con gran presencia social e imponiendo tendencias hacía opacar aun más a Alberto. El hecho de ser su hermano el heredero en alguna manera alivia la carga de Alberto. Pero el destino le tiene previsto el desafío de tener que suceder a su hermano, en las vísperas de la Segunda Guerra.


Y en su ayuda aparece Lionel Logue, con su particular tratamiento. Sin ser profesional pero teniendo la experiencia de colegas en la Gran Guerra que padecieron efectos en su habla por los estragos del conficto, y a los que ayudó con conceptos básicos. Sin duda los ejercicios físicos y mecánicos fueron de ayuda en el tratamiento de Alberto. Pero parece más importante la cercanía con la persona y la confianza que va generando en el futuro monarca. Tal vez, en alguna medida, genera el amor filial que parece no haber recibido. Sorprenden las escenas donde se muestra a un padre autoritario y una madre con bastante frialdad (en la escena en que muere su esposo no es capaz de abrazar a uno de sus hijos que está llorando). Lionel genera también prevenciones en la corte por no ser profesional y carecer de títulos que lo habiliten. Creo que el paso por una casa de estudios brinda una experiencia importante, pero decir que todos los recibidos son profesionales es al menos temerario. Considero que personas como Lionel que no poseen estudios formales pero han experimentado y pueden demostrar los resultados de su saber son ampliamente merecedores de los doctorados y licenciaturas circulantes. Podemos ver muchas personas cuyas tarjetas poseen siglas importantes que preceden sus nombres, pero con dificultad podemos considerar que sean profesionales.


Por último es increíble la lista de personalidades que tuvieron algún grado de tartamudez: Winston Churchill (mencionado en la película, quien usaba su limitación como fortaleza al dar un cadencia particular a sus discursos); Bruce Willis; Anthony Hopkins; Lewis Caroll; James Earl Jones; Napoleon Bonaparte; Julia Roberts; Marilyn Monroe; Miguel de Cervantes Saavedra; Charles Darwin y según algunas especulaciones en función de las Escrituras el mismo Moisés. Así que cuando escuchemos un tartamudo hablando más que sentir pena esperemos para leer su Quijote en el futuro. Parece que tienen mucho por decir, simplemente lo hacen a su tiempo.

domingo, 5 de junio de 2016

Other People´s Money (El dinero de los demás)

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Liderazgo - Cambio

EEUU (1991) Dir:Norman Jewison Protag:Danny De Vito, Gregory Peck, Penelope Ann Miller

Es una película difícil de calificar. Por algunos de los protagonistas podemos decir que estamos en una comedia. Algunos tramos son graciosos, pero dista de ser una película cómica. Por la temática podría encajar en un drama, pero el tono no la acompaña.
Una empresa muy madura, con dirección familiar y de larga trayectoria, muy conservadora (sin deudas) y que parece haber logrado un equilibrio con sus empleados, la comunidad y sus accionistas. Su presidente, Andrew Jorgenson o Jorgy como cariñosamente lo llaman (en una de las últimas interpretaciones de Gregory Peck) dirige la empresa como si esta fuera un integrante más de su familia. Los empleados parecen estar a gusto a pesar que dista bastante de ser una punto com, sus épocas de gloria fueron la posguerra y allí se ha congelado, pero eso no parece una preocupación, en definitiva los cables salen igual. Una joyita, para calificarla de manera no técnica. Y todos esos logros hacen que sea un botín preciado para Lawrence Garfield, Larry el liquidador (Danny De Vito). Larry, un personaje de Wall Street, se especializa en adquirir empresas cuyas acciones cotizan a precio bajo y que al liquidarlas se puede obtener una importante rentabilidad. Esto es comprar empresas no para gestionarlas sino para vender sus bienes: maquinaria, instalaciones, terreno. Una vez obtenido el dinero pagar la deuda con los empleados que son despedidos y calcular la ganancia final. Luego, con ese dinero, ir a la búsqueda de otra empresa para hacer lo mismo. Capitalismo puro y duro. Y la situación lleva al enfretamiento personal de Jorgy y Larry defendiendo cada uno banderas muy diferentes y de cuyo triunfo dependerá si la empresa sigue viva o se le emite el certificado de defunción.

Jorgy, como ya se dijo, es el patriarca de New England Wire and Cable. Es el presidente, pero no parece ser de esas cabezas que buscan estar en una confortable oficina. Se pone un guardapolvo y recorre la planta. Conoce a sus empleados por el nombre y estos lo saludan con cariño y respeto. Su casa está en una parte elevada del terreno desde donde se contempla toda la planta, como para tenerla bajo control en todo momento. O no separarla de los bienes familiares. Su esposa es parte de su equipo y no hay separación entre amigos, familiares, empleados y accionistas. Todos tienen un factor común que es la empresa. Parece un padre autoritario pero justo, austero y conservador. Y al que la pelea le llega cuando ya está arribando al final del camino, cuando piensa dejar su puesto a su segundo (aunque estos personajes no son de renuncia fácil, dejar la empresa sería lo más parecido a un divorcio, pero sobre alguien al que sigue amando). 

Larry es la antítesis de Jorgy. El ser más cercano que tiene es Carmen, una computadora que lo saluda por las mañanas y le informa los casos donde puede realizar un buen negocio. Los empleados que posee en su empresa son un mal necesario, les molesta saludarlos en la mañana y sólo les importa que le den información para concretar nuevos negocios rentables. Todos parecen temerle y no se dirige a ellos por sus nombres, ninguno ostenta el rango de Carmen, que le da lo que el necesita y no le pide nada a cambio, ni trata de sociabilizar. Es un personaje solitario. Se deslumbra con la abogada de Jorgy (Kate, Penelope Ann Miller) a la que intenta seducir a toda costa. Pero casi como una adquisición más. Es otra empresa a adquirir, no sugerida por Carmen, pero que sumaría a sus éxitos deportivos en los negocios. Como por los números de la empresa es seducido por la imagen, y necesita poseerla. Capitalismo aplicado a las personas. Si lo vemos sin su lujo, trajes ostentosos, oficina con vista a Manhattan y limusina (y aun con todo ello y las donnas que son su debilidad) es un ser solitario y triste. Cuando llega a su mansión está solo. Ama el dinero, pero este no le devuelve lo que en el fondo necesita. Su simple acumulación son papeles, números y logros de corto plazo que demandan nuevos desafíos para ocupar el tiempo en la mera acción de acumular. 

Y la forma de solucionar las diferencias es convocar a la asamblea de accionistas y ver que plan apoyan: el de Jorgy de continuar con la empresa de manera conservadora o el de Larry de vender sus bienes y repartir lo obtenido entre todos, en definitiva en hacerla efectivo. El discurso de Jorgy es contundente. Es presentado como una leyenda y comienza saludando a los conocidos, que son prácticamente todos. Casi como un sermón recuerda la función social de la empresa, qué significado más allá de los resultados tiene: para la comunidad, para sus empleados, para sus accionistas que son viejos conocidos. Esa función de segundo hogar de la empresa donde la gente se conoce, puede encontrar a la persona que lo acompañará el resto de su vida y con la que hará una familia y esos lazos de amistad y de tiempos compartidos fuera de ella, momentos inolvidables generados gracias a la existencia de ese lugar de reunión, que no va a figurar en balances ni planes de negocios.Y hace un ejercicio interesante de pedir que miren al que está a su lado y si lo asesinarían para conseguir un mejor resultado. Porque de eso trata la otra propuesta de matar la empresa porque su herencia es más valiosa que lo que puede generar.

Y entre abucheos Larry da su discurso. Con la evidente animosidad del grueso del auditorio. Y es claro, no quiere agradar. Solo muestra los hechos. La empresa está muerta y el solo se ocupa de repartir los bienes que quedaron.Y rebate con lógica los argumentos de Jorgy, cuando este menciona que cuando cambien las condiciones la empresa será muy rentable. La empresa no será rentable porque es obsoleta, dejó de ser productiva y es un Disney montado para que Jorgy juegue a ser directivo. Y apela a algo muy básico del capitalismo, el dinero. Promete dinero concreto hoy, sin riesgos ni dependiendo de planes, esfuerzos o condiciones externos. Es engrosar la cuenta bancaria y sacarse un problema. No habla de futuro. No le importa el futuro. Que cada uno haga lo que pueda con su futuro. Una vez que se paga ese problema es de cada uno. El nosotros desaparece. Queda cada uno con su yo. Bienvenidos a Wall Street. 

Si reducimos los protagonistas entre buenos y malos, nos parece claro que los buenos debieran ganar, en definitiva es Hollywood. Pero la historia, por suerte más cercana a la realidad, no es así y la postura de Larry triunfa. Los amigos con los que contaba Jorgy prefieren el dinero hoy que mantener esa importante red social que es la empresa. Prefieren perderse las cenas futuras de Acción de Gracias y tener un nuevo modelo alemán en la cochera. Y no puedo dejar de relacionar el Jorgy con Atticus Finch (ambos personajes de Gregory Peck, este último en To kill a Mockingbird). Se que la calidad de las películas y de las historias tienen una distancia importante. Pero este Jorgy es un Atticus anciano, buscando en este nuevo jurado salvar de la muerte no a una persona sino a una empresa (y a todos los que trabajan en ella). Y en ambos casos, a pesar de su elocuencia y de estar en lo que parecería el lado correcto desde el punto de vista moral, fracasa. Son alegatos que todos aplauden pero que no acompañan.Dice lo que la gente piensa que debiera ser pero, dadas las condiciones y conveniencias, deciden otro camino. No parece un líder exitoso, ni su empresa tiene los mejores resultados económicos, ni logra salvarla de la liquidación.
Por otra parte Larry no convence en su fondo. Es un ser ambicioso que sólo busca su bienestar. No tiene planteos éticos sobre sus decisiones. Ya que no puede reducir la ética a dólares la misma no tiene importancia, no puedo poner algo que no es un número en una ecuación matemática. Pero es exitoso, logra los resultados que se propone e incrementa la ganancia de su empresa, de manera sideral. La calificación de la empresa, por el criterio empresarial que sea será mejor que la de Jorgy. Pero puestos a elegir, a quién quisiéramos tener de jefes: Jorgy o Larry?


viernes, 26 de febrero de 2016

The bridge on the river Kwai (El puente sobre el río Kwai)

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Liderazgo - Equipos humanos - Negociación 

Inglaterra (1957) Dir: David Lean Protag: Alec Guinness, William Holden

Hay películas que se mimetizan con un tema musical. Este es el caso. Es imposible nombrar El puente sobre el río Kwain y no recordar la marcha del coronel Bogey, silbada por un batallón de espectros que va ingresando al campo de prisioneros japonés. Ese ingreso, las caras e indumentarias de los soldados y el rostro del coronel Nicholson (magistral composición de Alec Guinness que le valió un Oscar) explican toda la situación: un batallón derrotado y prisionero que no obstante las circunstancias no alteró su funcionamiento interno. Perdieron la batalla, pero mantuvieron intacto todo el resto de organización y la función de sus líderes. Pero en la película vemos distintos liderazgos, un tanto estereotipados, pero dignos de observar.

El coronel Nicholson es un fiel representante de lo mejor de la oficialidad británica. A pesar de la derrota logra mantener la unidad de su grupo, algo complejo en una situación de crisis, lo que muestra su estatura. Y si bien acepta su posición de prisionero, no tiene dudas en exigir con la mayor terquedad posible los derechos convenidos en la guerra. Y hacer pasar por las mismas penurias a sus oficiales para mantener lo que entiende como innegociable. A pesar de ello no tiene críticas de su gente, excepto del médico que por no ser militar de carrera no entiende su lógica. Tanto oficiales como soldados lo respaldan y siguen sus órdenes sin titubeos. No ven la posibilidad de error en esta figura. Y a pesar de estar en la derrota, sin armas y en malas condiciones, no duda en plantarse de igual a igual (en realidad desde un convencimiento de superioridad) con el coronel japonés. Entiende las necesidades de éste (construir el puente en término) y juega con esta necesidad soportando los castigos. Sabe que el tiempo jugará a su favor y a medida que el mismo pase su carta será más valiosa. Y todo el esfuerzo tiene su fruto, logra imponer sus condiciones. La ejemplaridad, templanza y confianza ciega en sus principios se hacen carne en este hombre. Y aquí el líder incuestionable tiene un giro y los mismos valores que habían servido para admirarlo hacen que lo veamos desde un ángulo diferente. 

Porque cuando logra torcer al coronel japonés va a disputar el liderazgo del campo de prisioneros. Y su competidor es el coronel japonés, que es derrotado por su prisionero. Nicholson se centra en el pequeño universo del campo y quiere obtener un logro trascendente que no pudo conseguir en el campo de batalla. Así ve que la construcción del puente es una manera de mostrar su superioridad sobre sus captores, mantener su equipo unido detrás de un objetivo positivo y lograr la trascendencia buscada que quedaría reflejada en una placa tallada en madera donde se deja constancia para la posteridad de la obra realizada por los soldados ingleses. Y para lograrlo no importa violar los principios que por defenderlos al llegar al campo le hicieron pasar por torturas significativas. Ahora que trabajen los oficiales y los enfermos es válido porque es por su objetivo, no el de los japoneses. Y de manera increíble convence a su gente y a si mismo que lo mejor es ayudar al enemigo, logrando para el avances que no hubieran podido lograr.
Y llega a mentir a su gente dando razones humanitarias en la obtención de la meta. Había olvidado su rol, ser parte de algo más grande y había construido un pequeño universo aislado en la selva donde era el líder indiscutido, una nación autosuficiente y buscando el respeto de la posteridad. Cuantas veces en grandes organizaciones alguna de sus partes toma vida propia y su líder comienza a fijar objetivos para darles vida propia, olvidándose que son una parte de algo más grande. Y tal vez puedan ser mejores, pero pierden su razón de ser si no colaboran con el todo. Es como si en una persona un pie, el izquierdo, tomara la decisión de ser un pie de bailarín, aburrido por la monotonía del resto del organismo. Pero el resto del cuerpo sigue siendo el de un anciano. Si observáramos a la distancia veríamos un anciano con un pie fuera de control, haciendo cabriolas y movimientos delirantes. Un espasmo nervioso, dirían los profesionales médicos. Una posesión maligna, sentenciarían los brujos. Pero sería imposible que alguien llegara a pensar que fue una decisión del pie izquierdo. Pues el pie tiene sentido cuando cumple la armonía del cuerpo, no cuando quiere destacarse de él. Cuando suma, no cuando se excluye. Pues los pies excluidos suelen terminar en formol.

También es interesante observar al coronel japonés Saito. Parte de una posición de fuerza y tiene el poder en el campo. Al menos es lo que el piensa. Y por hacer un uso desmedido de ese poder, de manera brutal, crea la situación para terminar él siendo el prisionero del coronel inglés. Termina simplemente validando las órdenes de su prisionero, ante la necesidad de cumplir su objetivo de cumplir la construcción el puente. Para evitar el suicidio ante el incumplimiento. Que de todas manera decide perpetrar pues se da cuenta que no fue él quien cumplió con el mandato. Se dice que la fuerza es un poder de mala calidad, pues no se puede usar de manera permanente. Y desgasta, creando enemigos que sólo obedecen por miedo. Que diferencia entre los liderazgos de ambos coroneles. La tropa del inglés canta "because you are a good fellow" cuando su coronel está en castigo para mostrarle su apoyo. La tropa del japonés sólo se inclina y responde con temor ante sus adustas órdenes. El inglés no necesita alzar la voz para que su batallón responda. Si bien lo lleva en el sentido equivocado, los líderes en definitiva son humanos, mantiene a su gente alineada y motivada con su tarea.

De cierre te dejo el video de la marcha del coronel Bogey, para disfrutar y recordar.






domingo, 31 de enero de 2016

To kill a Mockingbird (Matar a un ruiseñor)

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Liderazgo - Autoconocimiento - Comunicación

Estados Unidos (1962) Dir: Robert Mulligan Protag: Gregory Peck, Robert Duvall, Mary Badham, Phillip Alford





















Casi siempre las adaptaciones de novelas al cine tienen sus detractores. Uno se imagina los personajes con características diferentes a los que aparecen en la gran pantalla (con el condicionamiento adicional que generan los papeles anteriores de los actores que hacen las interpretaciones) y la limitación de las más o menos dos horas estándar de las películas que hacen necesario un guión más restringido que suelen talar diálogos o simplificar secuencias. También las limitaciones de presupuesto suelen impedir ver en imagen fantásticas creaciones del escritor que no cargan con costo adicional al ser tipeadas en una máquina de escribir (o en una computadora actualmente). No es este el caso. No podemos pensar en Atticus Finch sin venir a nuestros ojos la imagen de Gregory Peck. La premiada novela de Harper Lee fue rodada en estado de gracia, mostrando matices delicados que pueden descubrirse al verlo en más de una ocasión. También cuenta con la delicadeza de ser relatada desde la óptica de una niña, lo que facilita tratar temas complejos de abordar. Hay varias historias: un negro acusado de violación de una mujer blanca, un hombre con problemas psiquiátricos que es presentando como el monstruo del pueblo, la vida en la gran depresión, la resolución de un dilema ético, la visión de la vida a través de los ojos de unos niños.


Si debiéramos trazar el perfil de un líder ético, seguramente los trazos nos llevarían a una imagen similar a la de Atticus Finch. Un abogado de provincias, viudo y con dos hijos, viviendo en una gran austeridad, compartiendo los sufrimientos que la gran depresión genera en su pueblo y aceptando su rol en la sociedad y en su familia. Es un líder silencioso. No hace las cosas para obtener el aplauso o la aprobación. Lo hace porque él entiende que es lo que corresponde. Defiende a un negro que es acusado, pero no se convierte en un defensor de los derechos civiles. Él no ve un negro, ve una persona injustamente acusada. Es fiel a sus valores a pesar de las consecuencias. No le importa recibir el odio y el rechazo del pueblo. Simplemente sabe que debe hacerlo pues conoce cuáles son sus valores y su función en la sociedad. La frase de la hermana de Atticus a Scout (su hija) describe bien al personaje "Hay hombres en este mundo que han nacido para cargar con las tareas desagradables de los demás, tu padre es uno de ellos".


Tampoco es un líder exitoso (al menos en lo que algunos pueden entender por éxito). No logra la inocencia de su defendido. Tiene ante sí un jurado de personas blancas criadas con prejuicios construidos en largos años. El acusar a un negro de violación es una ecuación de simple resolución que no puede cambiar la argumentación lógica de un abogado ni un alegato planteado de manera impecable. La comunicación es algo importante, pero es difícil que perfore la ignorancia y el prejuicio, que a veces se convierten en sinónimos. La imagen después del juicio donde ya la audiencia de blancos sale de la sala y Atticus queda acomodando sus papeles es hermosa. Los negros, que están en la planta alta viendo el juicio desde el balcón, se paran en señal de respeto cuando Atticus pasa. Es un gesto de inmensa belleza, pues es brindado luego que el abogado no lograra salvar al acusado. Es un reconocimiento mudo al esfuerzo y sacrificio por el que pasa Atticus. Y él cruza el salón tal vez sin darse cuenta, pensando en qué más debe hacer para su defendido, en qué cosa faltó para lograr la inocencia. O tal vez respondiendo de manera silente a ese alto honor que le es brindado.


Y también hay en Atticus un liderazgo respecto a sus hijos. Un viudo con dos hijos pequeños a cargo que trata de brindarles valores para que puedan forjar sus vidas. En buena medida usa el ejemplo como forma más directa de enseñanza. Sus hijos ven el sacrificio sin queja de su padre. Observan también como mantiene sus valores e ideales a pesar del entorno. Y siempre tratando de cuidarlos y transmitir calma. Sin mostrar desesperanza a pesar de lo duro de la vida. Aceptando. Si bien son muchos los diálogos donde se transmiten esos valores que Atticus persigue entiendo que hay una actitud corporal ante la vida que es lo que esos niños ven. Si bien carecen de su madre tienen en su padre un amor sin condicionantes, dispuesto a cualquier cosa sin cambiar el ritmo de sus pasos, avanzando siempre hacia el mismo lugar.


Creo que la película habla de algo más que del racismo. Entenderla sólo en este aspecto es limitarla. En gran medida habla de los prejuicios. Y con más precisión el prejuicio sobre el que es diferente. Hay una escena en que descubren un perro rabioso en la calle y llaman a Atticus. El viene y con un arma dispara al animal. Puede ser que el perro sea una imagen del prejuicio y el abogado solo, sin ninguna colaboración y desde lo lejos tratando de eliminarlo con un sólo disparo, corriendo el riesgo de no ser preciso y convertirse en víctima del mismo, un símbolo de la resistencia al prejuicio.


El final de la película depara una vuelta adicional y un dilema para pensar. El padre de la mujer, que falsamente se presenta como acosada, trata de vengarse de Atticus pues le molesta su actitud, su existencia muestra la miseria de su persona hundida en el alcohol y la mentira. Y ataca a sus hijos. Y es Boo, el supuesto monstruo del pueblo, el que sale a defenderlos. Si bien la historia no lo aclara parece ser que es quien da muerte al atacante. Y aquí, cuando los valores de Atticus hacen que quiera hacer la denuncia para comunicar la muerte del hombre (pues es lo que corresponde) es el alguacil del pueblo quien decide presentarlo como un suicidio. Porque la historia se volvería a repetir y sería Boo quien ocuparía el lugar del negro con una segura sanción de culpabilidad del jurado, los dos ruiseñores de la historia. Y allí surge ese pequeño espejo que son los hijos y le recuerdan a Atticus sus palabras: "Prefiero que disparen a las latas vacías en el patio trasero, pero se que ustedes van tras los pájaros. Dispara a todos los pájaros azules que quieras, si es que les puedes acertar, pero recuerda que es un pecado matar un ruiseñor. Los ruiseñores no hacen otra cosa que crear música para que la disfrutemos. No se comen los jardines de la gente, no hacen nidos en los graneros, no hacen otra cosa que cantar su corazón para nosotros. Es por eso que es un pecado matar a un ruiseñor". Y Atticus acepta, a pesar de sus convicciones, entendiendo que hay hechos que escapan a la ley, y a las posibilidades de juzgar de los hombres. Y con la humildad de reconocer que hay cosas que le exceden muestra otra vez su grandeza.







martes, 22 de diciembre de 2015

The Caine Mutiny (El motín del Caine)

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Liderazgo - Comunicación - Equipos Humanos 

Estados Unidos (1954) Dir: Edward Dymytryk Protag: Humphrey Bogart, José Ferrer, Van Johnson, Fred MacMurray, Robert Francis

Si bien es una película bélica, el relato es durante la Segunda Guerra Mundial, es atípica. En ningún momento vemos un enemigo, sólo unas explosiones a distancia. Tampoco es claro en que acciones de combate participa el barco. El foco se encuentra dentro de las paredes del navío, en el comportamiento de su tripulación y en sus reacciones ante una situación de crisis. Qué pasa si en una estructura jerárquica como es un barco de guerra los subordinados se rebelan y deciden que su líder no es tal.  Y es una oportunidad también, y no es un motivo menor, para ver a Humphrey Bogart, haciendo una magistral interpretación del capitán Queeg.

El Caine no es de lejos la joya de la Marina. Es un buque en no muy buenas condiciones y de dudosa utilidad en batalla. Los oficiales del barco viven su estancia como un castigo. La disciplina es un bien escaso. No hay orgullo ni palabras de afecto hacia el Caine. Es vivido como un osario flotante. Un lugar donde el único sentido es salir. Pues la guerra no está en ese cascarón. La guerra se hace desde otros lugares. Eso es el pensamiento de muchos de los que están en el barco.

Y ahí llega un joven oficial, el Alferez Keith. Muchacho de familia acomodada que recibe el llamado de su Patria y con grandes notas y un pasado en la elite universitaria americana, está dispuesto a brindar su servicio. Pero en el fondo sabe que está para algo mejor y su primera impresión del barco es nefasta. El joven piensa que todo lo que leyó debe constatarlo en la práctica y que el resto de sus camaradas deben tener sus mismos ideales. Pero pronto percibe que algo no coincide entre ese universo teórico y el real. Hace un esfuerzo para adaptarse pero nunca posee una lealtad plena a los mandos. El primer capitán, DeVriess, le parece literalmente un desastre, pues maneja el barco con cierta displicencia. Coincide con el nuevo capitán, Queeg, al principio cuando este menciona que será estricto con el reglamento, pero pronto lo cuestiona cuando lo responsabiliza de situaciones que a su parecer son injustas. Y de manera rápida se pliega a confabular sobre la aptitud del jefe para liderar el buque. Opinando con unos meses de experiencia sobre una posición que desconoce.

El Teniente Maryk es el segundo a bordo. Profesional, con ascendencia en el resto del equipo y leal a sus jefes no duda en defender a estos ante el resto de la tripulación, cuando surgen dudas sobre sus órdenes o su capacidad. Pero tambi{en con la misma determinación, ante alguna evidencia que lo convence se transforma en el líder de la rebelión. Es un personaje sin medias tintas y absolutista en la defensa o el ataque. Y al ser un líder natural, el que maneja la relación con la gente, logra que el motín se legitime. Siempre es interesante ver la relevancia de estos segundos en la fidelidad de un equipo o en la oposición inmanejable del grupo.

El Teniente Keefer es un escritor en potencia que nadie entiende bien qué hace en un barco de guerra. Nunca posee una palabra positiva y usa el sarcasmo, esa bagatela que maquilla con una falsa inteligencia al que la genera, como medida de calificación de todo lo que lo rodea. Nadie puede decir que no posea habilidades, no positivas desde ya, pues instiga la rebelión sin siquiera salpicarse las mangas de su camisa. Se posiciona en un nivel intelectual superior y desde allí, con deducciones bastante ligeras pero decoradas con un supuesto rigor científico que no soportaría un par de preguntas, logra ir plegando a su diagnóstico a los distintos oficiales. Ya en la primer reunión con el Capitán Queeg busca todos los puntos oscuros.  Tal vez si el Capitán hubiera sido otro sería lo mismo, porque parece que lo que no soporta es su lugar, por lo que no importa mucho quién esté a la cabeza. Pero le es más sencillo ver la falencia en el otro. Y buscar la destrucción, que siempre es más sencillo que construir.

El Capitán Queeg es una brillante composición. Un jefe exigente que muestra una gran seguridad en lo que quiere. Un jefe que no reconoce sus errores. Un jefe que parece tener temor ante las situaciones de riesgo. Un jefe que duda. Un jefe que se reúne con sus segundos y les pide colaboración. Un jefe con experiencia. Un jefe que desconfía de todos. Un jefe sin carisma. Y un jefe que descarga sus tensiones con unas bolas de acero en su mano. Eso y varias cosas más es Queeg. Si bien tiene algunos extremos, muchas facetas se pueden ver en otros líderes, sobre todo si están bajo presión (y una guerra debe ser una gran presión). Pero el pecado de no lograr cercanía y comunicación con el equipo se suele pagar caro. Más aun en una crisis. Y Queeg termina pagando.

Y cómo funcionan estos personajes en conjunto. Pues no funcionan. El líder no es tal y el equipo son individuos con agendas diferentes. Unos buscando destacar, otros salir y otros tratando de hacer o correcto, sin saber bien que es lo que quiere decir tal cosa. Y en la crisis se ve la situación real. Mientras sólo son formalismos y situaciones menores son dejadas pasar. Pero cuando la vida está en juego y no se confía en la pericia del líder, es poca la duda para quitarlo del medio. Pues en el fondo nunca Queeg fue el líder del equipo. Fue un mero jefe ocupando un cargo. En una crisis nadie duda del líder si este está. No es el mejor momento para elegir liderazgos, sino el momento para seguir al que existe. Pero si no está el ideal se elige lo que mejor se le parece. Esos casilleros siempre se ocupan.




jueves, 19 de noviembre de 2015

Apollo 13

Apollo 13 (ver trailer)

Cambio - Liderazgo - Equipos humanos

Estados Unidos (1995) Dir: Ron Howard Protag: Tom Hanks, Kevin Bacon,  Ed Harris, Gary Sinise, Bill Paxton

Esta película tiene varias lecturas interesantes. La primera es qué pasa cuando algo extraordinario, como viajar a la luna, se vuelve rutinario. No se había cumplido un año de ese pequeño paso para un hombre pero un gran salto para la Humanidad, expresado por Neil Armstrong desde el Mar de la Tranquilidad, y ya la gente había perdido el interés de seguir la carrera espacial. El despegue es una noticia más y lo acontecido en el viaje es apenas una referencia en los noticiarios televisivos de trasnoche. El astronauta estaba deviniendo en piloto de nave espacial en un plazo vertiginoso. Pero si bien para el gran público el colocar tres misiones en el satélite habían convertido el viaje en algo normal, la realidad es que cada misión era jugar a los dados con el destino. Y en este caso los dados no cayeron de la cara esperada.
Si esto se produjo a principios de los setenta, el creer que los grandes cambios vinieron para quedarse y ya son parte de del paisaje o de los derechos de cada uno, cuánto más  cierto es en estos momentos donde casi no hay tiempo para sorprenderse de los avances. Ya es un derecho adquirido por todos contar con acceso a internet, no se concibe el no tener señal en un móvil o carecer de wifi (ni hablar de servicios más básicos). Y seguramente hay muchas personas trabajando para mantener ese servicio de manera invisible y silenciosa. Solamente nos percatamos de su importancia cuando faltan. Y allí exigimos nuestro derecho. Este puede ser trasladado a muchos campos.

Y qué pasa cuando ocurre lo que nadie previó. El famoso "Houston tenemos un problema" es un disparador hacia lo desconocido. Siempre se contemplan las contingencias, pero no es posible prever todo lo que puede pasar. Y en esos imprevistos salen todas las facetas, las buenas y malas. Y es una oportunidad magnífica para ver el desempeño de un equipo, el funcionamiento de los roles y el manejo del liderazgo. Si no existen los elementos anteriores será más difícil superar la situación pues la presión psicológica sólo puede superarse con la confianza en el equipo (en este caso el equipo son varios: los que están en la cabina, el centro de control y las respectivas familias). Si no confío en las personas próximas, en las que a distancia me indican el mejor camino a seguir y si no tengo la esperanza de reencontrarme con mis afectos, es posible que la desesperanza me gane en algún momento, lo que es muy peligroso en estas condiciones. El salvarse para cada uno de la cabina es un deseo compartido y compartido por el equipo a la distancia.

Un personaje algo secundario en la película es Ken Mattingly, Gary Sinise. Parte de la tripulación original, es dejado fuera a último momento por la posibilidad de haberse contagiado de sarampión. Es interesante la escena en que el jefe de la misión Jim Lovell, Tom Hanks, le comunica que no será parte. Podía haber dejado que alguien de la NASA de mayor rango le comunicara tan mala noticia, pero prefiere ser él el mensajero. Es un buen ejemplo de líder que no esquiva las responsabilidades y pone su cara en las situaciones difíciles. Ahora bien, si bien Ken deja de ser parte del equipo oficial y se va frustrado a una obligada cuarentena, de la que vuelve al no cumplirse los vaticinios médicos y apenas sabe de la crisis para ayudar. Y al ser un conocedor privilegiado del módulo es un integrante más que con el simulador ayuda a armar la estrategia de regreso. Y no es un integrante más, seguramente aporta más que el resto al estar en mejores condiciones físicas y poder conocer al resto del equipo. Contar con apoyos o reemplazos en situaciones de crisis muchas veces genera la diferencia. No es un papel secundario, es fundamental para lograr el éxito. Él se siente parte de la misión a distancia, hace todo lo que está a su alcance y ni siquiera duerme, pues sus amigos en el espacio tampoco lo pueden hacer.


Alguien digno de observar es Gene Kranz, Ed Harris. El director de vuelo está en una posición compleja. Es quien decide sobre los cursos a realizar en el equipo de tierra y en el que está en el espacio. Debe estar al tanto de todos los avances en la resolución de la crisis por cada uno de los miniequipos que improvisa en cuestión de minutos, considerando el expertise de cada uno y decidir cuando la solución tiene distintas alternativas de solución. Y además soportar las presiones políticas. Y tratar de no transmitir el pánico y dar esperanzas de tener la situación bajo control. Pensar en el estrés que esto provoca es a su vez estresante. Se requiere una personalidad especial y una cultura de equipo importante. Si esta persona no sabe delegar se desmorona. Si delega demasiado y no mantiene la coordinación del todo genera caos. Y un tema simbólico, pero no menor, es su chaleco. Antes de cada misión su esposa le confeccionaba un chaleco nuevo que el utilizaba durante todo el proceso. Y para el resto del equipo era algo como una cábala. Seguro que esto no cambió el curso de las cosas, pero a veces una pizca de pensamiento mágico puede servir para un plus de último momento. El racionalismo puro lo refutará. Pero todos sabemos que suele ser aburrido y no entender de estas cosas.

Y qué significa cambiar el objetivo de la misión. El original era llegar a la luna y completar el deseo de los astronautas. Parte importante de sus vidas fueron dedicadas a ello. Y de pronto cambia bruscamente la meta. El objetivo pasa a ser volver. Esto se suma a la frustración del objetivo perdido, con la idea que ya no estará en el futuro. Pero el riesgo es tan grande que ayuda a recomponer y juntar las pocas fuerzas para enfocarlas en lo fundamental. Aquí la función de los distintos líderes (Jim Lovell en el módulo lunar, Gene Kranz en el centro de control y la esposa de Lovell en el seno de la familia son fundamentales). Cada uno de los tres son la cohesión que el equipo necesita, el sostén para no rendirse y quien mantiene el foco en el objetivo, como cuando Lovell debe orientar el módulo lunar de manera manual para no perderse en el espacio. Es la confianza del resto del equipo en su orientación que permite mantener la esperanza en el regreso. 





sábado, 31 de octubre de 2015

The Artist (El Artista)

The Artist (ver trailer)

Cambio - Autoconocimiento

Francia (2011) Dir: Michel Hazanavicius Protag: Jean Dujardin, Bérénice Bejo





Recuerdo que siendo niño fui a ver King Kong (la de Dino De Laurentis). En esa época en los cines de barrio se daban dos películas. La que acompañaba al estreno (que se proyectaba antes) se llama "Los reyes de la risa". Era un collage de cortos mudos, en blanco y negro, de cómicos desconocidos por mi en ese momento (todo el el resto que no fueran Chaplin o El Gordo y el Flaco, para ser más preciso). Nunca escuché tantas carcajadas juntas. El efecto de esos gags básicos, golpes y tortas estrellándose en una cara, seguían produciendo el mismo efecto en el ámbito en que ejercieron su reinado, la sala de cine. Y hoy la recuerdo más que el estreno de ese día.

El cine mudo fue un arte fugaz. Apenas unas décadas para construir una identidad propia. Partiendo del documental, como fueron las primeras películas, o de la filmación de obras teatrales, como se generaron las ficciones primigenias, en pocos años experimentó y creó un lenguaje único. Y cuando se estaba consolidando es arrasado por la novedad parlante. La mezcla de una crisis económica como fue la de 1929 y el pase a retiro de artistas que no se adaptaron al cambio, más  oficios que dejaban de tener sentido, como los músicos que interpretaban mientras se proyectaba en la sala, fueron elementos que marcaron las postrimerías del género. El Artista se sitúa en este contexto, pero creo es interesante analizar a su personaje principal.



George Valentin (Jean Dujardin) es una mezcla de Valentino y Douglas Fairbanks. Es el artista amado y mimado por el público, que se encuentra en el cenit de su carrera. Y seguro de su éxito no acepta introducir ningún cambio. Quiere mantener su fórmula hasta  el infinito. Si bien tuvo las señales que le indicaron la necesidad de pasar a la nueva tecnología, él la desprecia. No puede entender que las multitudes que lo adoran puedan abandonarlo por un poco de ruido. Y se empecina en mantener su idea. Arriesga su fortuna en un proyecto mudo, seguramente de la máxima calidad, y es derrotado por una película sonora estrenada el mismo día que tiene en su elenco a una joven actriz, Peppy Miller (Bérénice Bejo) que Valentin ayudó a entrar en el medio y que se siente atraída por él. El análisis simple es pensar que Valentin se equivocó, no aceptó el cambio, no se montó en la nueva ola y sufrió un fracaso previsible que cualquier persona razonable podía prever.Pero creo puede existir otro punto de vista. Él se jugó por lo que creía. De hecho pone en juego todo lo que tenía porque se sentía seguro del camino tomado. Tal vez el subirse a una ola sin convicción sea un error más profundo. No medido en los resultados, sino en el sentir de seguir el ser interior, de jugarse por lo que se cree sin especular. Por ir detrás de un sueño.

Me parece bueno recordar a Chaplin. El se negó a ingresar al cine sonoro. Decía que su vagabundo iba a morir en el momento que hablara. Mantuvo sus creencias y además se burló del cine sonoro con la jerigonza, y genial, canción Titina en "Tiempos Modernos", usando palabras inventadas y de varios idiomas. Él sentía que no aportaba nada el sonido a su estilo de cine, y supongo estaba en lo cierto. Finalmente hizo cine sonoro, pero aun en estas películas las escenas geniales son las que sólo necesitan sus gestos y música para sus verdaderos actos de ballet cómico.



Por otra parte, podemos ver que Valentin busca en el éxito y los carteles de neón cubrir algo que falta en su interior. Su vida es del mismo material de los decorados. Vive en una casa donde su mayor relación es con el perro. Ignora a su esposa, que cada día lo detesta más. Son dos fantasmas que se ignoran habitando un mismo palacio dedicado a Valentin, con un cuadro gigante representando su figura radiante en la entrada. Y cuando todo desaparece, el éxito, su esposa y las muchedumbres que lo seguían no queda nada. Pues Valentin solamente era ego, nunca trató de construir más allá de las risas exageradas y las muecas para el proyector. Solo queda la oscuridad y el silencio de sus películas. Ni siquiera lo sigue su sombra, que lo desconoce.


Valentin comienza un "camino del héroe" en busca de su ser. Debe pasar por un largo desierto y llegar a bordear  su final. Finalmente puede llegar a permitirse dejarse  ayudar, saber disfrutar lo que hace, no por el resultado o el efecto en terceros, sino por la felicidad que genera en su ser. Aprende a compartir y no estar solo pendiente de su ego. Acepta lo que se le presenta. Vive.




Otra cosa maravillosa de la película es mostrar una historia que refleja el final de las películas mudas, de ser superadas por el cine sonoro. Y la película en sí es muda, en blanco y negro, con un formato antiguo y usando muchos del lenguaje y muecas del primer cine. Y ochenta años después de parecer superado este formato logra un éxito fabuloso con el mismo. Premios en distintos festivales, cinco Oscar (incluido mejor película). En una era digital, 3D y con colores cada día más similares a la realidad. Y a pesar de su antigüedad es reconocida. Tal vez Valentin y Chaplin no estaban tan equivocados.