martes, 22 de diciembre de 2015

The Caine Mutiny (El motín del Caine)

The Caine Mutiny (ver trailer)

Liderazgo - Comunicación - Equipos Humanos 

Estados Unidos (1954) Dir: Edward Dymytryk Protag: Humphrey Bogart, José Ferrer, Van Johnson, Fred MacMurray, Robert Francis

Si bien es una película bélica, el relato es durante la Segunda Guerra Mundial, es atípica. En ningún momento vemos un enemigo, sólo unas explosiones a distancia. Tampoco es claro en que acciones de combate participa el barco. El foco se encuentra dentro de las paredes del navío, en el comportamiento de su tripulación y en sus reacciones ante una situación de crisis. Qué pasa si en una estructura jerárquica como es un barco de guerra los subordinados se rebelan y deciden que su líder no es tal.  Y es una oportunidad también, y no es un motivo menor, para ver a Humphrey Bogart, haciendo una magistral interpretación del capitán Queeg.

El Caine no es de lejos la joya de la Marina. Es un buque en no muy buenas condiciones y de dudosa utilidad en batalla. Los oficiales del barco viven su estancia como un castigo. La disciplina es un bien escaso. No hay orgullo ni palabras de afecto hacia el Caine. Es vivido como un osario flotante. Un lugar donde el único sentido es salir. Pues la guerra no está en ese cascarón. La guerra se hace desde otros lugares. Eso es el pensamiento de muchos de los que están en el barco.

Y ahí llega un joven oficial, el Alferez Keith. Muchacho de familia acomodada que recibe el llamado de su Patria y con grandes notas y un pasado en la elite universitaria americana, está dispuesto a brindar su servicio. Pero en el fondo sabe que está para algo mejor y su primera impresión del barco es nefasta. El joven piensa que todo lo que leyó debe constatarlo en la práctica y que el resto de sus camaradas deben tener sus mismos ideales. Pero pronto percibe que algo no coincide entre ese universo teórico y el real. Hace un esfuerzo para adaptarse pero nunca posee una lealtad plena a los mandos. El primer capitán, DeVriess, le parece literalmente un desastre, pues maneja el barco con cierta displicencia. Coincide con el nuevo capitán, Queeg, al principio cuando este menciona que será estricto con el reglamento, pero pronto lo cuestiona cuando lo responsabiliza de situaciones que a su parecer son injustas. Y de manera rápida se pliega a confabular sobre la aptitud del jefe para liderar el buque. Opinando con unos meses de experiencia sobre una posición que desconoce.

El Teniente Maryk es el segundo a bordo. Profesional, con ascendencia en el resto del equipo y leal a sus jefes no duda en defender a estos ante el resto de la tripulación, cuando surgen dudas sobre sus órdenes o su capacidad. Pero tambi{en con la misma determinación, ante alguna evidencia que lo convence se transforma en el líder de la rebelión. Es un personaje sin medias tintas y absolutista en la defensa o el ataque. Y al ser un líder natural, el que maneja la relación con la gente, logra que el motín se legitime. Siempre es interesante ver la relevancia de estos segundos en la fidelidad de un equipo o en la oposición inmanejable del grupo.

El Teniente Keefer es un escritor en potencia que nadie entiende bien qué hace en un barco de guerra. Nunca posee una palabra positiva y usa el sarcasmo, esa bagatela que maquilla con una falsa inteligencia al que la genera, como medida de calificación de todo lo que lo rodea. Nadie puede decir que no posea habilidades, no positivas desde ya, pues instiga la rebelión sin siquiera salpicarse las mangas de su camisa. Se posiciona en un nivel intelectual superior y desde allí, con deducciones bastante ligeras pero decoradas con un supuesto rigor científico que no soportaría un par de preguntas, logra ir plegando a su diagnóstico a los distintos oficiales. Ya en la primer reunión con el Capitán Queeg busca todos los puntos oscuros.  Tal vez si el Capitán hubiera sido otro sería lo mismo, porque parece que lo que no soporta es su lugar, por lo que no importa mucho quién esté a la cabeza. Pero le es más sencillo ver la falencia en el otro. Y buscar la destrucción, que siempre es más sencillo que construir.

El Capitán Queeg es una brillante composición. Un jefe exigente que muestra una gran seguridad en lo que quiere. Un jefe que no reconoce sus errores. Un jefe que parece tener temor ante las situaciones de riesgo. Un jefe que duda. Un jefe que se reúne con sus segundos y les pide colaboración. Un jefe con experiencia. Un jefe que desconfía de todos. Un jefe sin carisma. Y un jefe que descarga sus tensiones con unas bolas de acero en su mano. Eso y varias cosas más es Queeg. Si bien tiene algunos extremos, muchas facetas se pueden ver en otros líderes, sobre todo si están bajo presión (y una guerra debe ser una gran presión). Pero el pecado de no lograr cercanía y comunicación con el equipo se suele pagar caro. Más aun en una crisis. Y Queeg termina pagando.

Y cómo funcionan estos personajes en conjunto. Pues no funcionan. El líder no es tal y el equipo son individuos con agendas diferentes. Unos buscando destacar, otros salir y otros tratando de hacer o correcto, sin saber bien que es lo que quiere decir tal cosa. Y en la crisis se ve la situación real. Mientras sólo son formalismos y situaciones menores son dejadas pasar. Pero cuando la vida está en juego y no se confía en la pericia del líder, es poca la duda para quitarlo del medio. Pues en el fondo nunca Queeg fue el líder del equipo. Fue un mero jefe ocupando un cargo. En una crisis nadie duda del líder si este está. No es el mejor momento para elegir liderazgos, sino el momento para seguir al que existe. Pero si no está el ideal se elige lo que mejor se le parece. Esos casilleros siempre se ocupan.