The Artist (ver trailer)
Cambio - Autoconocimiento
Francia (2011) Dir: Michel Hazanavicius Protag: Jean Dujardin, Bérénice Bejo
Recuerdo que siendo niño fui a ver King Kong (la de Dino De Laurentis). En esa época en los cines de barrio se daban dos películas. La que acompañaba al estreno (que se proyectaba antes) se llama "Los reyes de la risa". Era un collage de cortos mudos, en blanco y negro, de cómicos desconocidos por mi en ese momento (todo el el resto que no fueran Chaplin o El Gordo y el Flaco, para ser más preciso). Nunca escuché tantas carcajadas juntas. El efecto de esos gags básicos, golpes y tortas estrellándose en una cara, seguían produciendo el mismo efecto en el ámbito en que ejercieron su reinado, la sala de cine. Y hoy la recuerdo más que el estreno de ese día.
El cine mudo fue un arte fugaz. Apenas unas décadas para construir una identidad propia. Partiendo del documental, como fueron las primeras películas, o de la filmación de obras teatrales, como se generaron las ficciones primigenias, en pocos años experimentó y creó un lenguaje único. Y cuando se estaba consolidando es arrasado por la novedad parlante. La mezcla de una crisis económica como fue la de 1929 y el pase a retiro de artistas que no se adaptaron al cambio, más oficios que dejaban de tener sentido, como los músicos que interpretaban mientras se proyectaba en la sala, fueron elementos que marcaron las postrimerías del género. El Artista se sitúa en este contexto, pero creo es interesante analizar a su personaje principal.
George Valentin (Jean Dujardin) es una mezcla de Valentino y Douglas Fairbanks. Es el artista amado y mimado por el público, que se encuentra en el cenit de su carrera. Y seguro de su éxito no acepta introducir ningún cambio. Quiere mantener su fórmula hasta el infinito. Si bien tuvo las señales que le indicaron la necesidad de pasar a la nueva tecnología, él la desprecia. No puede entender que las multitudes que lo adoran puedan abandonarlo por un poco de ruido. Y se empecina en mantener su idea. Arriesga su fortuna en un proyecto mudo, seguramente de la máxima calidad, y es derrotado por una película sonora estrenada el mismo día que tiene en su elenco a una joven actriz, Peppy Miller (Bérénice Bejo) que Valentin ayudó a entrar en el medio y que se siente atraída por él. El análisis simple es pensar que Valentin se equivocó, no aceptó el cambio, no se montó en la nueva ola y sufrió un fracaso previsible que cualquier persona razonable podía prever.Pero creo puede existir otro punto de vista. Él se jugó por lo que creía. De hecho pone en juego todo lo que tenía porque se sentía seguro del camino tomado. Tal vez el subirse a una ola sin convicción sea un error más profundo. No medido en los resultados, sino en el sentir de seguir el ser interior, de jugarse por lo que se cree sin especular. Por ir detrás de un sueño.
Me parece bueno recordar a Chaplin. El se negó a ingresar al cine sonoro. Decía que su vagabundo iba a morir en el momento que hablara. Mantuvo sus creencias y además se burló del cine sonoro con la jerigonza, y genial, canción Titina en "Tiempos Modernos", usando palabras inventadas y de varios idiomas. Él sentía que no aportaba nada el sonido a su estilo de cine, y supongo estaba en lo cierto. Finalmente hizo cine sonoro, pero aun en estas películas las escenas geniales son las que sólo necesitan sus gestos y música para sus verdaderos actos de ballet cómico.
Por otra parte, podemos ver que Valentin busca en el éxito y los carteles de neón cubrir algo que falta en su interior. Su vida es del mismo material de los decorados. Vive en una casa donde su mayor relación es con el perro. Ignora a su esposa, que cada día lo detesta más. Son dos fantasmas que se ignoran habitando un mismo palacio dedicado a Valentin, con un cuadro gigante representando su figura radiante en la entrada. Y cuando todo desaparece, el éxito, su esposa y las muchedumbres que lo seguían no queda nada. Pues Valentin solamente era ego, nunca trató de construir más allá de las risas exageradas y las muecas para el proyector. Solo queda la oscuridad y el silencio de sus películas. Ni siquiera lo sigue su sombra, que lo desconoce.
Valentin comienza un "camino del héroe" en busca de su ser. Debe pasar por un largo desierto y llegar a bordear su final. Finalmente puede llegar a permitirse dejarse ayudar, saber disfrutar lo que hace, no por el resultado o el efecto en terceros, sino por la felicidad que genera en su ser. Aprende a compartir y no estar solo pendiente de su ego. Acepta lo que se le presenta. Vive.
Otra cosa maravillosa de la película es mostrar una historia que refleja el final de las películas mudas, de ser superadas por el cine sonoro. Y la película en sí es muda, en blanco y negro, con un formato antiguo y usando muchos del lenguaje y muecas del primer cine. Y ochenta años después de parecer superado este formato logra un éxito fabuloso con el mismo. Premios en distintos festivales, cinco Oscar (incluido mejor película). En una era digital, 3D y con colores cada día más similares a la realidad. Y a pesar de su antigüedad es reconocida. Tal vez Valentin y Chaplin no estaban tan equivocados.
George Valentin (Jean Dujardin) es una mezcla de Valentino y Douglas Fairbanks. Es el artista amado y mimado por el público, que se encuentra en el cenit de su carrera. Y seguro de su éxito no acepta introducir ningún cambio. Quiere mantener su fórmula hasta el infinito. Si bien tuvo las señales que le indicaron la necesidad de pasar a la nueva tecnología, él la desprecia. No puede entender que las multitudes que lo adoran puedan abandonarlo por un poco de ruido. Y se empecina en mantener su idea. Arriesga su fortuna en un proyecto mudo, seguramente de la máxima calidad, y es derrotado por una película sonora estrenada el mismo día que tiene en su elenco a una joven actriz, Peppy Miller (Bérénice Bejo) que Valentin ayudó a entrar en el medio y que se siente atraída por él. El análisis simple es pensar que Valentin se equivocó, no aceptó el cambio, no se montó en la nueva ola y sufrió un fracaso previsible que cualquier persona razonable podía prever.Pero creo puede existir otro punto de vista. Él se jugó por lo que creía. De hecho pone en juego todo lo que tenía porque se sentía seguro del camino tomado. Tal vez el subirse a una ola sin convicción sea un error más profundo. No medido en los resultados, sino en el sentir de seguir el ser interior, de jugarse por lo que se cree sin especular. Por ir detrás de un sueño.
Por otra parte, podemos ver que Valentin busca en el éxito y los carteles de neón cubrir algo que falta en su interior. Su vida es del mismo material de los decorados. Vive en una casa donde su mayor relación es con el perro. Ignora a su esposa, que cada día lo detesta más. Son dos fantasmas que se ignoran habitando un mismo palacio dedicado a Valentin, con un cuadro gigante representando su figura radiante en la entrada. Y cuando todo desaparece, el éxito, su esposa y las muchedumbres que lo seguían no queda nada. Pues Valentin solamente era ego, nunca trató de construir más allá de las risas exageradas y las muecas para el proyector. Solo queda la oscuridad y el silencio de sus películas. Ni siquiera lo sigue su sombra, que lo desconoce.
Valentin comienza un "camino del héroe" en busca de su ser. Debe pasar por un largo desierto y llegar a bordear su final. Finalmente puede llegar a permitirse dejarse ayudar, saber disfrutar lo que hace, no por el resultado o el efecto en terceros, sino por la felicidad que genera en su ser. Aprende a compartir y no estar solo pendiente de su ego. Acepta lo que se le presenta. Vive.
Otra cosa maravillosa de la película es mostrar una historia que refleja el final de las películas mudas, de ser superadas por el cine sonoro. Y la película en sí es muda, en blanco y negro, con un formato antiguo y usando muchos del lenguaje y muecas del primer cine. Y ochenta años después de parecer superado este formato logra un éxito fabuloso con el mismo. Premios en distintos festivales, cinco Oscar (incluido mejor película). En una era digital, 3D y con colores cada día más similares a la realidad. Y a pesar de su antigüedad es reconocida. Tal vez Valentin y Chaplin no estaban tan equivocados.